Para lidiar con el olvido
Se nos olvidan tantas cosas. Es... no se si cruel, perverso o sólo es normal y ya. Es decir, es normal: siempre y a todos nos pasa. Pero nadie pareciera detenerse un minuto a decir maldita sea, es injusto! Se nos olvidan cosas insignificantes; tantas como latidos tenemos en un día. Pero también se pierden en la inmensidad del tiempo presente cosas majestuosas, maravillas de gracia, de hermosura, de amor, de ternura, de pasión... Se nos olvida incluso, vivir. Olvidamos tantas veces sonreír. Olvidamos, más de lo que parece humanamente justo, recordar eso divino que nos habita, esa parte mística, -de Dios, pues- que todos tenemos. Veo tantas cosas de mi hija que me hacen tan feliz, y que me hacen llorar a veces porque sé que no recordaré dos días después. Me da tanto coraje, que me pregunto, cómo se lidia con el olvido. Con ese olvido cotidiano, ese olvido de la vida. Veo a mi hijo ya un puberto, con granos y la voz cada vez menos de niño y tiemblo de la rabia, de la impotencia p